Con el objetivo de fomentar y promocionar el bienestar de las personas mayores nació Residencial Elder en 2004. Estos últimos meses han sido los más duros de su existencia. Javier Cabañas dejó temporalmente sus funciones de fisioterapeuta en el centro de salud. Pasó a formar parte del equipo de contingencia de la residencia durante la pandemia del coronavirus. Entonces, pudo comprobar la importancia que tienen los residentes en la residencia Elder.
Javier nos cuenta cómo este centro implantó un modelo revolucionario con un concepto diferente que lo ha convertido en una referencia en Castilla-La Mancha.
¿Desde qué año lleva abierta la residencia? ¿Cuál es su valor diferenciador?
Residencial Elder nació en 2004 con el objetivo de fomentar y promocionar el bienestar de las personas mayores, y el valor añadido de implantar un modelo revolucionario con un concepto diferente, donde las personas mayores puedan sentirse libres, como en su propia casa y al mismo tiempo, estar siempre atendidos, disfrutando al máximo de esta etapa de la vida.
Es un centro residencial que se distingue por los servicio s que ofrece. ¿Qué descatarías de ellos? Para ti, ¿cuáles son las calves de que este centro se uno de los más conocidos en Castilla-La Mancha?
Desde el 2005 al 2015 fui el fisioterapeuta de este centro y desde el 2015 al 2018 el coordinador general, tanto del personal sanitario como no sanitario. Durante estos años puedo destacar que los cuidados y la asistencia siempre han sido de calidad, potenciando la dignidad, autonomía y libertad del mayor para decidir su plan de vida.
¿En qué año comenzó el servicio de Fisioterapia del centro? ¿Qué destacan los pacientes del trato y los servicios del centro?
El servicio de Fisioterapia se pone en funcionamiento desde el mismo inicio. La atención a los residentes institucionalizados siempre ha merecido una especial atención por lo que la rehabilitación y recuperación funcional siempre ha sido un servicio clave. Durante mis años de trabajo la Fisioterapia Geriátrica siempre ha tenido un reconocimiento por los residentes y familiares por la efectividad en el proceso fisiológico de envejecer, con un papel imprescindible en el tratamiento del dolor, prevención de caídas y en los síndromes de inmovilidad, pero también, en patologías cardiorespiratorias, neurológicas, e incluso oncológicas, para paliar los daños físicos y la recuperación de los tratamientos. Lo más importante no es vivir muchos años, sino vivirlo con calidad.
Tras la complicada situación de pandemia que ha atravesado el país, ¿cómo lo habéis afrontado en el centro?
Fueron días caóticos y de mucho trabajo hasta que pudimos controlar la situación. Al principio fue un auténtico horror, hacíamos asistencia de supervivencia, adaptándonos lo más rápido posible, con mucha carga de trabajo, tanto física como mental.
¿Qué aprendizaje extraer de todo lo vivido en el centro en estos últimos meses?
He sido testigo de cómo muchas vidas se han ido apagando, y como detrás de cada pijama o EPI no hay un héroe, sino una persona con sus miedos. Ahora podemos decir que también ha habido cosas buenas, he compartido momentos con residentes, familiares y compañeros de esperanza, de alegría, de solidaridad, de esfuerzo, que me han hecho cambiar. La vida nos ha obligado a parar para valorar lo más sencillo, lo rutinario, y es que no necesitamos más que una comida con amigos o familia, un paseo con tu pareja de la mano, un viaje o unas risas con tus hijas para tenerlo todo.